El ESPETO DE MÁLAGA consiste en un conjunto de sardinas (óptimo entre 6 a 12 unidades) que se atraviesan con una caña de cañaveral, – agrupadas y alineadas adecuadamente para asarlas-; cuyo sutil menaje se clava en la arena en una cocina de fortuna, a pie de playa y a la intemperie.
Introducción
Aunque sobradamente conocido, profusa y fruitivamente de gustado, probablemente pocos malagueños tienen conciencia del significado de este original plato de su despensa. No es solo una elaboración culinaria típica, – entre otras- sino genuina y exclusiva de nuestra tierra y de nuestro mar. La cocina la pone la naturaleza. Las causas de su excelencia y unicidad planetaria radica, de una parte, en la superior calidad de la sardina del M. de Alborán y de otra, en las excepcionales condiciones geográficas y climáticas de su ribera marítima: «Costa del Sol». El espeto es su plato natural. Sólo en poco más de 100 km de nuestra ribera marítima en el mundo, se pueden consumir de modo regular espetos, a tal punto de haber sido capaz de generar una cultura específica que se nuclea en torno a la moraga, como fenómeno popular y festivo, «donde se expresa el sentido social y extrovertido, alegre y meridional de la gente malagueña». (Mapelli).
De inmemoriales comienzos, el primer registro de su existencia se denomina precisamente así: «Una Moraga» (Litografía Mitjana, 1850). En su difusión, el espeto ha pasado de ser plato de necesidad de marengos, charranes, cenacheros, y gentes del rebalaje a consumo generalizado de las gentes. A todos gusta, a todos deleita Es un asado de fortuna en una cocina a la intemperie. En su exclusividad planetaria, actualmente es tanta su demanda por los propios malagueños, más el turismo nacional y extranjero (14 millones/2023) que el espeto de sardinas corre grave riesgo de morir de éxito.